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Publicado el 29-05-2012 por Lupicinio Rodríguez en Expansión.

Cuando aún nos encontramos sumidos como país en una crisis general, que afecta a todos los órdenes –político, económico y financiero, moral, reputacional–, vuelven a surgir noticias sobre unos actores de la tragedia que, en esta complejísima trama, han jugado con ventaja, con las cartas marcadas y que por ahora siguen ganando, sin que los haya salpicado la feroz tormenta que los demás sufrimos.

Ahora, de nuevo, es tiempo de hablar del papel de los auditores en todo el entramado de la crisis. Dice el refrán que “A dos amos sirve Nicanor, a uno mal y al otro peor”. Concebidos y creados para entregar al mercado una información transparente de las compañías auditadas, no han sido capaces a lo largo de los últimos años de detectar el deterioro de numerosas cajas de ahorros examinadas por ellos. La táctica de actuación, por más que sea conocida y se reproduzca en sus patrones, no deja de ser reprobable.

Las sociedades de auditoría que pertenecen al grupo denominado Big Four –Deloitte, PwC, E&Y y KPMG– se comportan de manera diferente en función de la situación en la que se encuentre el cliente. Sabido es que estas firmas multinacionales copan el mercado de auditoría y de consultoría de las empresas de nuestro Ibex35, pero no es sencillo encontrar que alguna de ellas haya hecho alguna salvedad o haya denegado la emisión de informe respecto de esos poderosos clientes.

Pérdida de confianza
La razón no es difícil de adivinar: el contrato de auditoría es rescindible por el cliente por justa causa, y entre éstas puede encontrarse la pérdida de confianza o, simplemente, la aparición de un competidor mejor. Claro está que estos posibles competidores son, por regla, otras integrantes del selecto grupo, pues la normativa mercantil y de contabilidad está alcanzando tal complejidad que determinadas sociedades están siempre preparando cuentas o estados y documentos intermedios.

Examinado el problema desde otra óptica: Los auditores saben que la generosa miopía con que examinan los estados financieros proporciona grandes réditos instantáneos o diferidos (consultoría, contabilidad, servicios jurídicos, servicios de compliance). Ahora bien, ¡ay del cliente cuando ya no es una empresa o entidad sólidamente establecida o se puede aventurar a ciencia cierta que sus días están contados…! Entonces, el auditor sufre una kafkiana metamorfosis y se convierte en un verdugo justiciero. Entonces, desborda transparencia, información y rigor inquisitorial.

¿Por qué cambió de un día para otro la situación de Caja Castilla-La Mancha, BFA-Bankia o Catalunya Banc? ¿De verdad es posible sostener con un mínimo de seriedad, contable y jurídica, que lo que anteayer no merecía salvedad alguna a los dos días es acreedor de objeciones prácticamente insalvables a la viabilidad de la entidad auditada o incluso una negativa a emitir informe?

Como se suele decir en esos pagos, el sello del auditor, sin mácula al estado financiero y contable de la auditada, genera confianza en el mercado. Esta confianza de los justiciables descansa en gran medida en la creencia de que los auditores hacen su trabajo de manera objetiva. Pero ya se ve que no es así. ¿Qué opinan los suscriptores e inversores de las cuotas participativas de la CAM? ¿Enmarcarán en plata esos enriquecedores títulos bursátiles que brillan, por su rentabilidad, en los mercados internacionales, como brillaron los títulos de Enron o los de los hermanos Lehman?

En un repentino ataque de ética profesional, los auditores han decidido poner firmes a los clientes, siempre que cumplan la pequeña condición de hallarse in articulo mortis o en trance de desaparecer, o de fusionarse o de ser vendidas al mejor postor. ¿Es difícil imaginar que una firma auditora que ahora ‘liquida’ funcionalmente a una entidad financiera sea luego la auditora o principal consultora de aquella otra entidad que la adquirirá a precio de saldo? Muchos se preguntan si esta situación es reversible o, cuando menos, si puede enderezarse.

Incompatibilidades
El legislador perdió una indudable oportunidad con ocasión de la transposición de la Directiva 2006/43, de 17 de mayo, a través de la Ley 12/2010, pues no implantó con el rigor que hubiera sido deseable el concepto de red del auditor como límite dentro del que juegan las incompatibilidades y prohibiciones que pueden afectar a aquél. Buen ejemplo de ello es la regulación de la incompatibilidad en la prestación de servicios de abogacía que, además de verse ensombrecida por una deficiente traducción del Derecho de la Unión Europea, ha empleado la pueril técnica de las personas jurídicas diferentes como elemento interpuesto entre el auditor y la red de la que forma parte, y ha descafeinado y desdibujado con astutas precisiones y excepciones (inspiradas, sin duda, por las musas auditoras) las restricciones pretendidas por el regulador europeo.

En otras palabras, el legislador que no bromea a la hora de levantar el velo del empleador, o del contribuyente a la hora de indemnizar al trabajador, o de recaudar impuestos, tolera impertérrito las piruetas y los divertidos disfraces carnavalescos de los auditores para prestar servicios de red e ingresar pingües ganancias.

De este modo, los legisladores han vuelto a santificar la situación de mercado cautivo de las Big Four, en el que otras sociedades de auditoría podrían tener entrada, y han mantenido abierta la mano en relación con la prestación de servicios diferentes, como la abogacía, permitiendo una concentración del mercado en manos de los cuatro señoritos sajones.

La incapacidad de nuestras instituciones para ejercer de manera adecuada sus tareas de inspección, unida a la condición de colaboradores necesarios del sistema de auditoría pública que un notable número de sociedades de auditoría ostentan, ha terminado derivando en un entramado de intereses que nadie –hoy por ti, mañana por mí– parece querer desentrañar ni cuestionar.

Y, a la postre, son estas rémoras, éstas y otras necedades, las picardías que han arruinado la reputación del arco político y jurídico mediterráneo, preñado de ineficiencia y corrupción. En el silencio estremecedor de una sociedad exhausta que soporta todo, seguirán medrando los oportunistas, los necios y los corruptos, mientras los gobiernos inspeccionan y exprimen hasta la anorexia a clases medias y pequeños empresarios.

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